EL VIRUS QUE VINO DEL ORIENTE
Carlos Fajardo
MD
Luego de una seguidilla de escándalos que pusieron una vez más en evidencia el nivel de la corrupción en este país y cuando todo el mundo esperaba respuestas, hizo su aparición en la escena nacional un pequeño viajero, un microscópico ser que ha puesto a temblar el orbe. Procedente de la pujante y populosa ciudad de Wuhan en la China continental, el nuevo protagonista, un coronavirus al que han dado en llamar 2019-nCov, se ha ido diseminando por todo el mundo haciendo uso, como un gran potentado, de las maravillas tecnológicas que hacen de las inmensas distancias un salto de unas cuantas horas y no un fatigoso viaje de semanas o meses de interminable peregrinación.
La enfermedad producida por el 2019-nCov, denominada COVID-19 conquistó los países próximos a la China y saltó ágilmente a la vieja Europa y a los Estados Unidos, sitios desde los cuales era simple cuestión de muy poco tiempo para que llegara a nuestras tierras. Y llegó y se robó toda la atención, les cayó de perlas a nuestros políticos cuestionados y corruptos. Lo que era un simple brote de una nueva afección viral en el lejano Oriente, con características más agresivas, con letalidad mayor que las de una simple gripe, se convirtió rápidamente en un invitado siniestro por estas comarcas, aprovechando la inexistencia de controles minuciosos a los pasajeros que llegaban procedentes de todo el mundo a nuestros aeropuertos, específicamente al aeropuerto El Dorado de Bogotá.
El brote viral, que llevó a los chinos a cerrar una ciudad de más de veinte millones de habitantes, se convirtió rápidamente en una pandemia, LA PANDEMIA, un evento con visos apocalípticos fruto un poco de la exageración, la mala información, una oportuna excusa perfecta para la crisis política que empezaba a desarrollarse en Colombia, cuando empezaba a debatirse el origen ilícito del gobierno Duque, su actuar corrupto e indolente en lo económico, en lo social, el asesinato consuetudinario de líderes sociales, el estado de terror, la intención de limitar la protesta social…
Anestesiados por nuestro perenne debatir, nuestra pelea y polarización habituales, fueron muy pocos los que se dieron cuenta e intentaron en vano advertir acerca de la calamidad en ciernes, el gobierno, empero, tenía otras preocupaciones, su agenda política y económica, sus compromisos ineludibles con sus financiadores estaban en juego. La prensa cooptada calló frente a los escándalos revelados y se dedicó a informar cada vez más sobre la pandemia. Desde la vieja Europa y la lejana China llegaron advertencias, no era de menor calado lo que estaba sucediendo allá, mientras los chinos tomaban medidas draconianas, en Europa países como Italia, España tomaban las cosas un poco más folclóricamente. Grave error. En pocas semanas y a un costo enorme los chinos empezaron a registrar disminución de los casos nuevos de la enfermedad por el nuevo coronavirus y la cifra de fallecidos que crecía día a día, empezó a disminuir, en contraste con lo que sucedía en Italia y después en España.
La fatal experiencia de los europeos, en contraste con la exitosa experiencia de los orientales, incluidos Corea del Sur, Japón, sugería que desde un comienzo debían tomarse decisiones duras, restringir el ingreso de vuelos procedentes de las regiones afectadas por la pandemia, cerrar los aeropuertos, aumentar los controles sanitarios en los pasos fronterizos, pero aquí el gobierno seguía pensándolo, discutiéndolo, tomándose valioso tiempo y así llegamos al día de la detección del primer caso importado, una chica que había llegado de Italia y que pasó en fase asintomática por los inexistentes controles del aeropuerto el Dorado, fue a su casa, estuvo en varias partes y sólo cuando tuvo alguna molestia, en un acto de responsabilidad social, se acercó a una entidad de salud para comentar su caso y allá, luego de varios días de estancia entre nosotros, le fueron ordenados estudios que arrojaron resultados positivos para el coronavirus.
¿Cuántas veces hasta entonces se habría repetido esa situación? ¿Cuántas personas portando el ilustra viajero ya se encontraban entre nosotros? Nuestros epidemiólogos probablemente nunca puedan decírnoslo, desde entonces y hasta hoy la detección del virus en personas procedentes de lugares afectados por la pandemia ha venido en aumento doblándose casi a diario, empezando a aparecer casos sin nexo claro epidemiológico ni con viajes ni con viajeros.
Atendiendo el creciente clamor y preocupación ciudadana y ante la parsimonia del gobierno central, Claudia López lidera una iniciativa de realizar un “simulacro” de retención no voluntaria sino obligatoria de todo el mundo en su casa, su llamado atrae la solidaridad responsable de varios mandatarios locales y regionales y de pronto, como de la nada, aparece la ministra del interior, quien acompañada del ministro de trabajo, el de salud y otros funcionarios del régimen sacan del sombrero del mago un decreto que intenta reafirmar la autoridad menguada y discutida de un presidente cada vez más cuestionado, cada vez menos objeto de credibilidad y confianza por parte del pueblo colombiano.
Frente a la salida del presidente intentando dar un golpe de autoridad y desautorizar a los mandatarios locales y regionales que habían decretado medidas restrictivas a la movilidad de las personas y la implementación del aislamiento social en esta peligrosa coyuntura con el COVID 19, se produjo un masivo rechazo de la población, del estamento político (obviamente con la excepción del desacreditado partido de gobierno), del mundo académico y quedó claro para todos que la torpe salida de Duque y su equipo sólo sirvió para demostrar su pérdida de gobernabilidad, su falta de liderazgo y su muy limitada solidaridad y compromiso con las necesidades del pueblo colombiano, demostrando también el muy bajo nivel de respaldo popular a sus decisiones.
Al día siguiente, luego del oso monumental, acompañado de cacerolazo masivo que la prensa nuevamente no reseñó, le tocó salir al propio presidente a explicar que no, que él no quería desautorizar a los mandatarios locales y regionales en franca rebelión, que lo que quería era que existiera una coordinación nacional de las acciones restrictivas que se emprendieran con miras a generar el aislamiento social de las poblaciones más vulnerables. Nadie, sólo sus áulicos, le creyeron. Se habló entonces de que Colombia era el único país del mundo donde la población y los gobernantes locales y regionales se debían declarar en desobediencia civil para que se implementaran medidas para proteger a la población del, ya para entonces, extremadamente rápido desarrollo de la enfermedad en contra de un gobierno que tenía como slogan buscar el “futuro de todos”.
Muy a pesar de lo que se dio a entender en la intervención de la Ministra del Interior y que después “aclaró” el propio presidente, se institucionalizó y reglamentó el llamado a que los colombianos nos encerráramos en nuestras casas durante 4 días, medida aún insuficiente, pero sin duda alguna prometedora y oportuna para hacer frente al potencialmente desastroso reto que supone la presencia en nuestro país del pequeño viajero que vino del lejano oriente y de la vieja Europa, tendiente a implementar la UNICA MEDIDA que se ha probado exitosa para combatir la epidemia: EL AISLAMIENTO SOCIAL.
Era el paso necesario, indispensable, de los almibarados discursos a las decisiones operativas consecuentes, aunque todavía insuficientes si queremos salvar vidas y ganarle la partida al pequeño asesino.
Hoy escribo esto desde mi casa, ha sido la tarea del primer día de la medida restrictiva, faltan tres, pero a esta hora ya se produce la primera gran conclusión del simulacro: Las medidas restrictivas para la población deben ser de orden público, pues razón de orden público es y debe ser la salud pública, peor en momentos como este. No se puede restringir la movilidad apelando únicamente a la «buena voluntad» y al «valor ciudadano» y «responsabilidad social» de los colombianos. El trancón vergonzoso en las salidas vehiculares, la congestión masiva en las terminales de transporte durante las horas anteriores a la implantación de la medida lo demuestran. Pese a la información, al riesgo, a la petición ampliamente difundida de las autoridades en el sentido de que la gente no aprovechara este episodio como si se tratara de unas vacaciones o un adelanto de la semana santa, validos también de la decisión del presidente de prohibir por completo el bloqueo de las vías nacionales (¡Ahhh vaca muerta!!!), la gente indolente, carente de empatía, de inteligencia y responsabilidad social hizo uso de los medios posibles para salir de la ciudad
Luego del actuar criminal e irresponsable de los miles que salieron de «puente», la situación epidemiológica del país no será la misma. Reclamemos dureza extrema con los antisociales que actuaron como difusores conscientes e informados de una grave epidemia. Bienvenido el aislamiento social forzoso.