UNA PELEA «ACCIDENTADA»

José Miguel Parra Castañeda

Antonio Cervantes «Kid Pambele», campeón mundial Welter-Junior, talvez el mejor campeón que los colombianos hemos tenido. Su estilo, su fortaleza, la seguridad en su pegada lo convertían prácticamente en imbatible, era un negro de Palenque, los entendidos dicen que son africanos sin mezcla alguna, su figura alta y delgada no mostraba un gramo de grasa. En esa época, yo estaba haciendo el año rural y justamente, la noche que se enfrentaba a León Furuyama, yo tenía que trabajar de turno en Urgencias, en el hospital de «El Centro» de la tórrida Barrancabermeja. La prensa hablada y escrita se había cuidado muy bien de promocionar el encuentro, pues Kid Pambelé estaba en muy buenas condiciones y su retador, un boxeador oriental de quien se conocía muy poco hasta entonces, tenía muy buenas referencias, se decía, que era muy bueno, según los comentaristas iba a ser una de las peleas más difíciles que debía enfrentar nuestro campeón.

Entre tanto en Barranca, donde cualquier situación se tomaba como excusa para reunirse a departir a ritmo de aguardiente Superior y para apostar, ya los programas estaban hechos, las apuestas consistían en saber en que «round» caería el retador, pues nadie dudaba del triunfo de nuestro orgullo nacional. Yo por mi parte, me tuve que marginar de aquellos preparativos y hacerme a la idea de olvidar tal evento. Comencé pues el turno con el temor de no poder verlo, sin embargo y para fortuna mía, nadie apareció en consulta durante la trasmisión por TV y pude observarla tranquilamente.

Realmente la pelea fue, tal como se había anunciado, muy buena. El peleador oriental era muy técnico y puso en problemas  a Pambelé conectándolo varias veces, pero la resistencia y la técnica del Campeón se fueron imponiendo gradualmente y finalmente en el décimo asalto, Pambele logró conectar un jab con la izquierda y lo remató con un upercut de derecha que le entró pleno a la cara del retador, noqueándolo en forma incomparable, el espectáculo había estado a pedir de boca y con la satisfacción del triunfo, escuchaba la entrevista que le hacían a Pambele, luego de la felicitaciones, comenzó el interrogatorio, que opinaba de su rival, a lo que el Campeón contestó, entre asombrado y alegre » No joda, ese «man» si pega duro» . En ese momento me llamaron de Urgencias, pues había llegado un paciente.

En la camilla se encontraba un hombre de mediana edad, inconsciente, con aliento alcohólico, sudoroso, respirando con dificultad, con rigidez generalizada, las pupilas prácticamente puntiformes y la tensión arterial elevada, todo indicaba que había sufrido una severa hemorragia cerebral.

Una vez tomadas las medidas necesarias, salí para informar a sus familiares de la gravedad de su estado y para conocer las circunstancias en que se había presentado la situación. En la sala de espera se encontraban varias personas consternadas, pero aún con señales de un ambiente festivo previo, al preguntarles que fue lo que ocurrió, todos se miraron desconcertados y finalmente uno de ellos, que por su parecido debía ser un hermano, me contestó, en principio dubitativo.

«… Bueno, doctor, yo le voy a contar como fue.

Resulta que Antonio es muy fanático de Kid Pambelé. Habíamos quedado en reunirnos en su casa para ver la pelea. Así que Antonio preparó todo muy cuidadosamente. Esta noche, cuando llegamos a su casa, tenía aguardiente y comida de sobra, comenzamos a tomar y a charlar. Todos estábamos muy animados. Cuando comenzó la pelea y como Antonio es muy payaso, se hizo a un lado del televisor y comenzó a imitar a Pambelé. Golpe que daba Pambelé, golpe que daba Antonio y nosotros haciéndole barra y así durante todo el tiempo, todos tan contentos, en los descansos aprovechábamos para tomarnos unos tragos, comentar y reírnos de lo bien que lo estaba haciendo los negros, tanto el de la pantalla como el que estaba afuera de ella. Antonio, cada vez estaba más emocionado y con más animo lanzaba los puños, gritaba y saltaba. Así que cuando Pambelé noqueó a Furuyama, Antonio se cayó al piso y entonces todos nos paramos a su alrededor, alborozados por el triunfo y para continuar la parodia, comenzamos a contarle en coro 1…2…3…4… pero, Antonio no se paraba…y volvíamos a contar 1…2…3…

 Le hicimos el conteo cuatro veces y como Antonio no se paró, lo trajimos».

Todavía no sé, como pude contener la risa.

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