INTERACCIONES
Ser un funcionario honesto es una profesión de alto riesgo. Si Ud. es además ordenador de gasto tendrá las presiones de los corruptos, buscarán debilitar su voluntad a través de calumnias e infundios, después vendrán las amenazas. No hay amigos en la administración pública. Pareciera que, en vez de una cualidad fundamental para el ejercicio de funciones públicas y manejo de los recursos de todos, ser honesto fuera un defecto, una falta gravísima.
Stalin decía que cuando uno está entre lobos debe aprender a aullar, una sentencia muy política, por cierto, un punto en el cual se bifurcan los caminos de lo que es políticamente correcto y los mandatos que impone la integridad y la honestidad. Ulises, hombre probo, sabedor de su debilidad humana, guerrero audaz, líder digno y comprometido con su causa, les pide a sus marineros que lo aten al mástil de la nave que lo llevaba de regreso a Ítaca, para no ceder ante los cantos engañosos de las sirenas. Sufre las penalidades de su regreso, la furia de los dioses, pero acompaña siempre a sus luchadores y, después de muchas vueltas, de muchos ires y venires, logra su objetivo mostrándonos que el ser humano es capaz de vencer cualquier obstáculo, que la voluntad, la valentía y la integridad cuando se aúnan con la inteligencia conforman un ensamble formidable.
Que los buenos somos más, dice la gente apesadumbrada frente a tanta corrupción, pero rebelde a aceptar el amargo destino que pretenden imponernos los falaces, los deshonestos, los indignos. Talvez sea cierto, talvez no. Lo que sí es muy cierto es que mientras haya alguien que se atreva a disentir, a marchar contra la corriente de los impíos, uno sólo, así como en la caja de Pandora, mantendrá viva la esperanza del cambio, de un futuro mejor. Porque si hay algo que resulte aún más peligroso que ser honesto en nuestro país, es soñar, mirar hacia un horizonte esquivo hacia el cual, indefectiblemente, dirigimos nuestros pasos.
Cuando comenzó la campaña pasada por la Alcaldía de Bogotá, buscando generar un consenso que llevara a un acuerdo entre los colegas y, en general, los trabajadores de la salud, basado en el conocimiento y la expresión directa por parte de los candidatos o sus líderes de relaciones públicas de sus propósitos y programas, abordamos o intentamos abordar e invitar a representantes de las diferentes campañas o a los propios candidatos para hablar en diferentes escenarios de la problemática del sector salud de nuestra amada ciudad.
Veníamos de una administración que malogró la oportunidad de pasar a la historia mejorando con contundencia las condiciones de trabajo de los que después serían denominados “héroes” de la salud. Por el contrario, la administración de Enrique Peñalosa precarizó aún más esas condiciones, borró de un tajo el disfrute de algunos beneficios legales que ni siquiera son exclusivos del sector salud y nos dejó en inferioridad de condiciones en relación con los demás trabajadores del Distrito y de la Nación. Acabó con los días de descanso compensatorio que se reconocen al trabajador por su labor en días festivos o dominicales, porque el sector salud no descansa ni puede darse el lujo de hacerlo, actúa en forma continua y permanente 24 horas al día, siete días a la semana. Ahondó el uso de los perversos e injustos contratos de prestación de servicios, perfeccionó y estimuló la tercerización laboral, pretendió convertir la negociación sindical en un comité de aplausos, reprimió la expresión de las inconformidades, vulneró, aplastó, ignoró…
Después de analizar las diferentes propuestas, valorar su credibilidad, su solidez, también las reales posibilidades que podrían tener de llegar a ser elegibles para los bogotanos, decidimos acompañar a quien posteriormente ganó las elecciones, la Doctora Claudia López. Encontramos tantas coincidencias en su discurso que incluso apoyamos la redacción y entusiastamente acogimos su justo, reivindicativo y prometedor “PACTO POR LA SALUD”.
Nos sentimos ganadores cuando llegó la decisión soberana de los bogotanos, el pueblo había elegido la opción que nosotros habíamos apoyado con convicción y entusiasmo, Claudia López, la rebelde, la frentera, adalid en la lucha contra la corrupción, era la nueva alcaldesa de Bogotá. La horrible noche había cesado, frente a nosotros se configuraba el camino expedito hacia la realización de nuestros más ambiciosos sueños.
Por indicación de la alcaldesa, el designado Secretario de Salud, Dr. Alejandro Gómez, hombre meritorio, con un impecable manejo de los conceptos, hizo contactos con nosotros los médicos que llevamos años trabajando juntos por concretar el sueño llamado ALIANZA MEDICA SINDICAL, íntimamente ligado al renovado y protagónico COLEGIO MÉDICO DE BOGOTÁ Y CUNDINAMARCA. Alegría, Alegría, tendríamos interlocución directa con el líder indiscutible del sector salud, coincidíamos en un alto porcentaje con sus análisis, encontramos en él una persona asertiva, propositiva, decente, que demostraba con cada palabra que decía gran credibilidad y simpatía por nuestra causa.
La relación se hizo más cercana cuando el señor secretario invitó al Colegio Médico de Bogotá y Cundinamarca a presentar candidatos, en virtud de su indiscutible naturaleza académica y científica, pero a la vez gremial, a formar parte de las ternas que serían evaluada para la selección de los gerentes de las cuatro subredes integradas de servicios de salud y, posteriormente, a candidatizar eminentes y egregios colegas para que formaran parte de las Juntas directivas de las ESE.
Como fruto de esa interacción y luego de un cuidadoso, exigente y minucioso análisis de las decenas de hojas de vida de quienes atendieron la convocatoria hecha pública, el Colegio Médico de Bogotá y Cundinamarca seleccionó a las personas solicitadas por la administración para ser tenidas en cuenta en la selección de quienes finalmente llegarían a las Gerencias de las Subredes y a sus juntas directivas.
La Administración, por su parte, en claro ejercicio de su potestad nominadora y, luego de una serie de pruebas, escogió a los unos y a los otros. En lo referente a las Gerencias de las Subredes fue llamada la Doctora Claudia Lucía Ardila Torres, persona de reconocidos méritos y gran conocimiento en los aspectos requeridos para asumir ese gran reto. A las juntas directivas llegaron el Doctor Daniel Montenegro reconocido maestro de la Ginecología a la Subred Norte, el doctor Jorge Zambrano reconocido oftalmólogo en la subred Centro Oriente y el Dr. Joaquín Fuentes Casadiego eminente profesor universitario.
Luego llegó la Pandemia…
Hace muchos años un sacerdote angustiado por la forma como fallecían hombres y mujeres afectados por una terrible enfermedad epidémica, se convenció dentro de su fe de una premisa: “Si Dios da la enfermedad, también da la cura”. Dice la leyenda que tomó unas hojas y tallos de una planta que encontró y preparó una infusión, suministró a los enfermos el brebaje y obtuvo que sus niveles de fiebre disminuyeran, ese, según dicen, fue el origen del ácido acetil salicílico que tanto utilizamos actualmente. No puedo asegurar que sea cierto, pero resulta muy tentadora esa historia, más que la que supone que su síntesis fue producto del trabajo de unos científicos.
La anterior digresión, con su debido perdón querido lector, es para decir que, por fortuna para Bogotá, esa terrible calamidad llegó en una administración que mostraba un genuino interés por mejorar la situación integral de la ciudad. No ha sido fácil, nunca son fáciles esos retos, hemos apoyado algunas decisiones de la administración, talvez la mayoría de ellas, hemos disentido de algunas otras, talvez las menos. Pero siempre hemos valorado el esfuerzo de la actual administración, su valiente manera de enfrentar la gran penalidad, las críticas arteras, la dura incomprensión y la habitual ingratitud.
Somos conscientes de que, en Bogotá, como en todo el país hay múltiples presiones, la prensa misma está siempre dispuesta a destacar los errores, a magnificarlos por encima de los aciertos. No, definitivamente no es fácil hacer frente a la Pandemia y a toda suerte de opinadores que surgen de la nada, muchos de los cuales actúan, hablan, opinan y pontifican enmarcados dentro de los que todos conocemos como el efecto Dunning – Kruger.
En Bogotá las presiones vienen de múltiples frentes, el estamento político representado por el Concejo, usa el chantaje como medio de presión para acceder a la contratación, a las nóminas, para forzar la ubicación de fichas claves que les garanticen un continuo flujo de recursos. Un establecimiento que debería brindar apoyo se convierte, en manos de algunos políticos, en una tribuna para denostar, agredir, calificar, atacar, buscar réditos políticos, presentar denuncias sesgadas, desorientar, desinformar.
Pero el asunto no para ahí. Dentro de la propia administración aparecen enquistados personajes tenebrosos, rémoras macabras, maestros de ceremonias de la corrupción rampante, ocupan posiciones cimeras, son subsecretarios, asesores, directores, expertos ejecutores del «fuego amigo», pero no hay amigos…
Uno esperaría que todo el mundo caminara hacia la luz al final de este tenebroso túnel, pero hay quienes se quedan quietos, quienes se devuelven, quienes se desvían y otros que simplemente obstaculizan o se sientan a esperar que otros superen con ingenio y decisión las dificultades. No faltan, por supuesto, los que se aprovechan de la necesidad para timar, engañar, cazar ingenuos, presentarse como los mesías o simplemente hacer buenos negocios o, como decía un honorable senador hace algún tiempo, “trampitas”.
Ante este panorama caótico, donde chocan intereses poderosos, por mucho ajenos al bienestar de la población, uno angustiado se pregunta ¿Entonces quién nos apoya? ¿Ahora quién podrá defendernos?…
Los organismos de control fieles al origen político de sus gestores están alineados con sus mentores, les garantizan la completa impunidad, hacen imposible que puedan ser cuestionados por sus acciones corruptas. Tendremos que cambiar eso…
Bien lo decía valientemente el profe @tobonsanin «Colombia está diseñada para robar». La sistematicidad de la corrupción es un hecho a nivel nacional donde se reproducen en MAYÚSCULA los vicios que todos conocemos y sufrimos a nivel regional y local.
No hemos perdido la fe, después de tantas decepciones nos negamos a pensar que ésta, la administración tantas veces apoyada, tantas veces esperada, la que nos escuchó, la que coincidió en sus análisis con nosotros, la que nos escuchó e hizo suyas nuestras propuestas haya cambiado de parecer y se una a la algarabía de sus detractores, de quienes la chantajean, de quienes desinforman, de quienes anteponen el interés particular sobre el general.
Seguimos creyendo en el mensaje anticorrupción de Claudia López, entendemos la magnitud de su exigencia, de las presiones y ataques, del oportunismo de quienes quieren verla equivocarse y sacar jugo de su humana condición. Creemos en esa Bogotá que nos cuida, que nos acoge con generosidad. Estamos firmes y dispuestos a apoyarla, talvez haya que hacer unos cambios, talvez haya que reordenar algunas cosas, confiamos en su criterio. No es Claudia López la alcaldesa, es Claudia López la valiente mujer cuya trayectoria hemos seguido y apoyado. Estamos seguros de que no nos equivocamos y ahí estaremos atentos y dispuestos a aunar nuestro esfuerzo al suyo y sacar adelante ese sueño de ciudad.
CARLOS FAJARDO MD.