NUEVA NORMALIDAD

NUEVA NORMALIDAD

Se relajaron los controles, se apagó el miedo y se encendió la indignación, la gestión de este gobierno apocado e indolente durante la pandemia llevó a la agudización de los problemas sociales y económicos, muchas pequeñas empresas quebraron, muchas personas se quedaron sin empleo, en este momento el desempleo alcanza cifras exorbitantes por encima del 20%. O sea que uno de cada cinco de los colombianos en edad de producir se encuentra desempleado y las cosas no muestran tendencia a mejorar, o sea que andamos sedientos y con el agua lejos, como reza la expresión coloquial.

Bastaba una chispa, cualquier cosa de las muchas que pasan a diario para encender la hoguera, y la madrugada del 9 de septiembre se presentó algo que no podía ser ignorado, un operativo policial rutinario terminó en tragedia y reveló en forma clara y contundente la magnitud del abuso de autoridad y la violencia desenfrenada con que la Policía nacional suele actuar. En la Localidad de Engativá, en un barrio de clase media, Villa Luz, unos policías agredieron hasta la muerte a un hombre de 44 años, ingeniero aeronáutico y estudiante de últimos semestres de Derecho.

Su caso trajo a colación el de George Floyd en EEUU, puso sobre la parrilla el tema del abuso policial, rememoró la muerte de Dylan Cruz Medina el joven muchacho de 18 años que no pudo graduarse ese fin de año de bachillerato pues fue asesinado por el capitán del ESMAD Manuel Cubillos Rodríguez con una munición recalzada, prohibida por los protocolos internacionales que regulan la represión de la protesta social, durante una manifestación en Bogotá.

Puso sobre la palestra también las innumerables y documentadas acciones abusivas de la policía en contra de estudiantes, mujeres, vendedores ambulantes, ancianos, niños, acontecidas en las más diversas circunstancias. Una ola de indignación se apoderó de las calles de la ciudad de Bogotá y lo que parecía inicialmente una protesta pacífica fue desnaturalizada por obra de la propia acción intolerante y abusiva de la misma Policía que, en su afán de contener la protesta social, ocasionó durante los tres días siguientes como mínimo 11 muertes más en Bogotá y Soacha, municipio dormitorio de la gran urbe.

Donde se requería de tacto y de prudencia, de diálogo y templanza, apareció el garrote, el gas mostaza y el plomo, decenas de videos muestran a policías ocultando sus números de identificación y sus rostros, disparando al bulto de las masivas manifestaciones.

Como si fuera poco también hubo denuncias de violaciones, en efecto en el barrio San Diego, zona central de la ciudad, se denunció la violación por parte de efectivos de la Policía de tres jóvenes que participaban en las protestas. “Quién nos cuida de quienes nos cuidan” rezaba un cartel que sostenía una joven muchacha durante las manifestaciones que siguieron al infame hecho denunciado.

Noches de terror, de violencia desenfrenada, de justa protesta e indignación, Bogotá no había vivido desde hacía muchos años una situación tan crítica que pusiera en evidencia de manera tan dramática la ruptura de esta sociedad tan inequitativa, injusta, discriminatoria e insolidaria y la indolencia e impopularidad del gobierno del señor Iván Duque Márquez.

Casi con tirabuzón, titubeante, inseguro, salió a hilvanar un discurso con retórica inane, insulsa, irreal, lejana de los requerimientos y exigencias sentidas de la ciudadanía, una colección de lugares comunes, una tímida enumeración de buenas intenciones en las que ya muchos no tenemos razón alguna para creerle, pues una cosa es lo que prometió y otra muy diferente es lo que ha hecho en sus dos años de gobierno.

Ayer, 13 de septiembre la Alcaldesa Claudia López, una mujer recia, quien ha sorteado con entereza y valentía el difícil temporal de la pandemia , mientras recibe palo de todos los frentes posibles, bajo un gobierno central que no pierde oportunidad de desautorizarla, hizo un llamado a la reconciliación y al perdón, contaba con la presencia del presidente Iván Duque Márquez, pero éste, torpe y arrogantemente, se excusó de asistir y envió en su lugar a dos personajes siniestros: La consejera presidencial para los derechos humanos, Nancy Patricia Gutiérrez, una aliada de vieja data del uribismo con cuestionamientos graves por corrupción y vínculos con el paramilitarismo y el controvertido comisionado de paz de este gobierno el señor Miguel Ceballos Arévalo, cuestionado duramente por su postura beligerante frente al acuerdo de paz.

El acto simbólico durante el cual la alcaldesa pidió perdón a los familiares de las víctimas de la masacre policial, fue observado por centenares de jóvenes que llegaron a la plaza de Bolívar a refrendar su compromiso por la paz y la concordia en una marcha alegre y pacífica que fue disuelta finalmente con brusquedad por el ESMAD haciendo uso de toda la parafernalia que el gobierno central compró en meses precedentes para dotarlos de elementos y municiones para reprimir a los muchachos.

Hasta ahí la paz y la concordia, hasta ahí el perdón y la reconciliación, la prensa que defiende a ultranza al gobierno de Duque ha salido a difundir teorías según las cuales los “organismos de inteligencia” del establecimiento consideran que las acciones espontáneas de los miles de manifestantes indignados en las noches anteriores pudieron haber sido fruto de una diabólica conspiración de las milicias del ELN y de las disidencias de las FARC. Peligrosísima suposición que busca validar la violencia irracional y abusiva de la Policía que ya cobró 13 víctimas mortales.

Primero el asesinato físico y después el asesinato moral, normalmente las cosas se dan en el orden inverso, pero en este caso no se había enfriado aún el cadáver torturado de Javier Ordóñez cuando ya aparecían videos y audios apócrifos que hablaban de él como un sujeto problemático, alcohólico, maltratador de su familia e hijos, tratando así de justificar su muerte a manos de efectivos policiales.

Rindo homenaje a las víctimas de la violencia en Bogotá Y Soacha:

  1. Javier Ordóñez, 45 años, Fracturas múltiples
  2. Julieth Ramírez, 18 años, HPAF
  3. Cristian Hernández, 24 años, HPAF
  4. Jaider Fonseca, 17 años, HPAF (Cuatro “balas perdidas”)
  5. Germán Smith Puentes, 25 años, HPAF
  6. Andrés Felipe Rodríguez, 23 años, HPAF
  7. Freddy Alexander Mahecha, 20 años, HPAF
  8. Julián Mauricio González, 27 años, HPAF
  9. Angie Paola Baquero, 19 años, HPAF
  10. Cristian Andrés Hurtado Meneses, 27 años, HPAF
  11. Lorwan Estiben Mendoza, 26 años, HPAF
  12. Eidier Jesús Arias, 17 años, HPAF
  13. María del Carmen Viuche, 40 años, atropellada

En los últimos meses y aprovechando el estado de emergencia decretado en virtud de la situación epidemiológica que atravesamos, el gobierno central ha emprendido reformas de toda índole, la última de las cuales quedó consignada en el decreto 1174 que prácticamente consagra el trabajo por horas y el pago por debajo del salario mínimo, con una serie de ajustes a la normatividad laboral y de seguridad social que precarizan aún más el empleo en Colombia.

La situación con la pandemia sigue en aumento, aunque los expertos que asesoran al gobierno central no paran de auto elogiarse por la apertura precoz de las diferentes áreas de la economía, los contagios siguen en aumento: En los últimos 30 días pasamos de 433805 casos positivos detectados en 40.076 pruebas de RT-PCR a 716.319 casos positivos detectados mediante 26.530 pruebas de RT-PCR, o sea un 33.85% menos, a las que se suman 4610 pruebas serológicas. En cuanto a los fallecimientos pasamos en ese lapso de 14.145 a 22.924.

El gobierno de Iván Duque, quien todos los días presenta sus éxitos en un programa de una hora de 6 a 7 pm “Prevención y Control”, programa con bajísimo rating y que no ha permitido respuesta de la oposición, desmontó la cuarentena casi por completo dejando en manos de los alcaldes el manejo de situaciones emergentes con previa autorización de su staff y de las personas el autocuidado y la responsabilidad de cualquier contagio. En síntesis, lo que hizo fue abrirle las puertas a la población en pleno pico, lavarse las manos pretendiendo responsabilizar a una población hirsuta, ignorante, irresponsable, necesitada de educación, de apoyo y de liderazgo lo que podría considerarse una muy arriesgada apuesta, un salto al vacío, un genocidio anunciado, ya veremos en 15 días cómo se ponen las cosas

A ese abrir las puertas, a ese relajamiento de los controles lo han dado en llamar la “nueva normalidad”, pero la nueva normalidad es cada vez más la vieja normalidad maquillada de libertad, la mentira del día a día trocada en paradigma, es salir como borregos creyendo que hacemos país, es la normalización del día sin IVA y la promesa de un contagio, la suma de calamidades individuales en este caos.

Ahora hacemos dos tercios de las pruebas RT-PCR que se hacían hace un mes, la cifra de detectados diarios sigue alta, pero viene bajando dentro de la lógica de que entre menos se busque, menos se encuentra y el gobierno abre vuelos, abre comercios, quita restricciones y se lava las manos diciéndole a las miríadas de gente que manda a la calle que, si se infectan es responsabilidad de cada cual. Para decirlo en términos coloquiales: Una mezcla entre «Sálvese quien pueda» y «Vaya y pídale al mono de la pila».

Los personajes de la gran tragedia en ciernes ya están en el escenario, somos todos, caminamos como autómatas marcados por un hado que, como un metrónomo nefasto, nos acerca al precipicio.

El señalamiento está a la orden del día, si no estás de acuerdo conmigo eres mi enemigo y debo destruirte, la difamación y la calumnia campean, después llegan las amenazas en el más crudo estilo mafioso. Recientemente amenazaron a Cathy Juvinao una periodista y bloguera reconocida, quien no ha dudado en marcar diferencias con la actual administración de Duque y a quien por redes sociales personajes anónimos le “sugirieron” que se callara porque podrían causarle daño a sus familiares y a ella misma.

La muerte ronda por ahí, si no es la policía, son las águilas negras, los oscuros y tenebrosos fanáticos del gobierno que apelan a la amenaza y al ultraje contra quien disiente, los fanáticos que quieren imponer a sangre y fuego su ideología que restringe los derechos, que se nutre del miedo y del odio. Cuando aúllan y agreden los que se esconden en las tinieblas y hacen del vituperio su principal argumento y de la infamia su más contundente respuesta es señal de que se camina por la vía correcta, se están tocando los intereses de los abyectos y desnudando verdades incómodas.

En síntesis, esto se ha convertido en una dictadura, con el control del legislativo, con el dominio de los órganos de control, con el asalto mediático y difamación de la justicia, Duque concentra un poder que nunca antes ningún presidente ha tenido, el deterioro de lo social y económico aumenta, el virus ha sido el acelerante de esta calamidad y aunque haya evidenciado las nefastas consecuencias de las decisiones de Duque, éste insensatamente sigue profundizando el caos.  ¿Será que el presidente cree que el teflón se hereda? ¿Será que tiene la idea de que nunca la justicia le echará el guante por su indolencia, su forma de manejar las tragedias, el aprovechamiento criminal de éstas para asaltar el presupuesto, las reservas y azuzar la guerra?

Decir que Iván Duque es inepto o es flojo es falso, todo lo contrario: Es un tipo obsecuente y obsequioso con la clase dominante, diligente para brindarles ventajas y ahondar la pauperización del pueblo en beneficio de los privilegiados. Indolente frente al caos. Él dice todos los días que todo está perfecto, que sus decisiones han sido acertadas, que el manejo que le ha dado a la Pandemia ha sido excepcional, pero el país lidera las estadísticas de muertes y afectados en el subcontinente, él dice que Colombia será el próximo Silicon Valley de américa pero avanza en el propósito de convertirla en el Sahara de América del Sur: Valido de engaños le doró la píldora a muchos ecologistas, que no al fracking, que respetaría el páramo de Santurbán, y está haciendo todo lo contrario. Ni qué decir de la seguridad y del empleo.

Siguen utilizando la misma táctica con la que engañaron y pervirtieron el referendo por la paz, la consulta anticorrupción y unieron a todos los líderes tradicionales de la política corrupta para ascender al poder con el desconocido que tenemos por presidente: Mentir, difamar, calumniar, inventarse cocos, que el «castrochavismo», hoy «neochavismo», que las «brisas bolivarianas», que los efluvios del «foro de San Pablo», que el «rayo homosexualizador», que «la entrega del país a las FARC» , que el “Neocomunismo”…

Hoy, en esta aciaga hora de rebeldía ante el permanente e inicuo abuso de la Policía en las ciudades, del ejército en los campos del Cauca, Nariño, Antioquia, Córdoba, La Guajira, del gobierno con sus reformas por decreto en lo laboral, en lo tributario, en lo social, su torpe y criminal manejo de la pandemia, su pésimo desempeño social y económico, su galopante corrupción, su defensa canalla de un canalla, su promoción a la polarización, la discriminación, la inequidad, su llamado al odio y a la intolerancia, su asalto a los otros poderes, pretenden inventarse que la gente que protesta después del vil asesinato de un ciudadano del común, de tanta y tanta indignación acumulada por los asesinatos selectivos de estudiantes, muchachos pobres, líderes sociales, reinsertados, opositores, lo hace en ejercicio de una confabulación de presuntas milicias elenistas o de disidencias de las «FAR» y, por lo tanto, legitiman las miles de acciones abusivas de policías y sujetos de civil disparando contra las multitudes. Y ponen como prueba supuestas declaraciones y rumores sibilinos y venenosos de un personaje siniestro como Carlos Felipe Mejía. Y no les importa reciclar videos y slogans viejos, descontextualizados, mentiras que en su momento llamaron la atención, cautivaron ingenuos.

Repiten y repiten el estribillo, ni siquiera les importa contextualizarlo porque lo que necesitan es generar terror, magnificar los miedos, polarizar irracionalmente pues no tienen otro argumento, sus pobres razonamientos no resistirían un elemental análisis, por eso sólo necesitan del miedo. Les sobra toda la corteza cerebral. Les basta con el instinto. Nos condicionan, nos adocenan, nos usan… Somos masa informe y maleable, no comunidad pensante y crítica.

Triste y torpe escenificación que se repite y se repite como una oscura letanía para engañar ingenuos mientras las calles se llenan de sangre de muchachos que expresan su rebelde indignación con un establecimiento para el cuál ante el justo pedido del pueblo «plomo es lo que hay»…

La única respuesta posible del establecimiento a la justa indignación popular es la violencia verbal que difama y destruye moralmente, que señala y justifica la polarización, el miedo, el asesinato y la violencia física que ensangrenta las calles y los campos del país atormentado

Mientras ello sucede los colombianos que disienten de esa manera de manejar las cosas viven en una agresión permanente, se neutralizan, se hacen entre ellos zancadilla. Si no somos capaces de emprender un diálogo fecundo y respetuoso entre nosotros, si continuamos con esta división estúpida y le seguimos abriendo el camino a la prevalencia de los corruptos llegará el día en que bajo las ruinas de un país inviable alguien se preguntará cómo fue posible que toda una nación pereciera destrozada impunemente por la guerra, la miseria, la ignorancia; cómo fue posible que los ciudadanos de estos tiempos fueran tan pusilánimes e indolentes; cómo fue que permitiéramos que los peores especímenes de esta sociedad: Los mentirosos, los mafiosos, los corruptos, los asaltantes del erario, los despojadores de tierras, nos llevaran hacia el precipicio sin encontrar una resistencia poderosa de las instituciones, de los políticos de la época, del ciudadano del común.

Recordarán entonces, si es que la memoria se conserva, que esa misma gente fue la que votó no a la paz, sí a la corrupción, miró con desdén o indiferencia mientras masacraban a sus jóvenes, a sus líderes sociales, a la gente que le apostó a la paz.

Entenderán entonces que es posible que un pueblo entero perezca de vergüenza, una generación nazca para el olvido sobre todo si está conformada por unos entes cosificados, adocenados e inanes.

Triste ver tanto odio cuando el llamado es a la solidaridad, a la empatía, a la unidad en contra del infame que se burla tras bambalinas de la justicia, que inflama desde su extensa y lujosa prisión la polarización y la guerra, que la politiquería no nos ciegue, que el rencor no nos divida, que el dolor nos aproxime en esta hora siniestra…

Frente a ese escenario apocalíptico nos queda un escenario diferente: Tendremos que tender lazos y crear vínculos entre todos nosotros, hacer de nuestras diferencias nuestra mayor fortaleza, de nuestras distintas visiones nuestra mayor fortuna y cambiar, entre todos, ese hado nefasto en el que a la infamia heredada se le empodera para seguir dañando. No basta con pensar críticamente, no basta con no tragar entero, no basta con decirlo ni siquiera desde el más elevado púlpito, no basta con alzar los brazos y fruncir el gesto movidos por la indignación, toca pasar a la concertación, al diálogo que une, a la acción solidaria…

La fórmula está ahí, se trata del respeto, de hablar entre nosotros, amarrar los perros y deslindarnos de todo tipo de violencia verbal, de todo ultraje por fino que sea, vernos como parte de un mismo país, poseedores de una parte de la verdad, una de las fichas del rompecabezas.

CARLOS FAJARDO MD septiembre 14 de 2020

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