SI DIOS FUERA NEGRO MI COMPAY…HARÍA MÁS Y MEJOR CIENCIA
JC Villar, MD, MSc, PhD
El gobierno nacional presentó, en sus términos, la reciente creación del ministerio de ciencia como un gesto para promover el desarrollo. En el discurso para posesionar a su ministra, el presidente Duque ratificó el propósito de «saltar (desde el 0.2% del PIB que se invierte ahora en el sector) al 1.5 en el año 2022» (1). Luego de exaltar el recorrido y de quien pasará a la historia como nuestra primera ministra de Ciencia, tecnología e innovación (CTI) expresó que Hoy, la doctora Mabel Gisela Torres asume ese importante reto, y es ella un símbolo de lo que queremos sea la ciencia nuestro país. ¿Qué significado político tiene este nombramiento?
Bastante se ha hablado en las semanas recientes sobre la trayectoria profesional de la persona nombrada. El tema cayó en la discusión pública, producto de uno más de los valientes y profesionales artículos del periodista de ciencia Pablo Correa, publicado en El Espectador (2). Allí se cuestionan los fundamentos científicos y éticos de la actividad de la Dra. Torres como científica y empresaria antes de ser nombrada ministra. De hecho, Correa expresa que ya desde el año pasado había iniciado una investigación, motivado entre otras razones por una nota aparecida en el programa (Los Informantes) sobre estas actividades (3). En la nota, rodada en Quibdó, se muestran los lugares de trabajo de la hoy ministra, el mercado y malecón de la ciudad. Se presenta elogiosamente su actividad como la obra de una mujer afro, surgida del rico pero empobrecido Choco, que vuelve a su región con una formación doctoral a para buscar impulsar su progreso, aprovechando los diversos usos potenciales de sus muchos recursos naturales. Se hace una conexión de una meritoria labor, encarnada en una mujer positiva y emprendedora, con el reconocimiento a la voluntad de trabajar en un contexto difícil pero necesitado, lo que daba plena justificación a su llamado a integrar la misión de sabios, que funcionó el año pasado. Al preguntarle desde cuándo había sido nombrada, con humor respondió (mi mamá me nombró desde la barriga…pero oficialmente en Febrero fuimos nombrados sabios).
Pero el problema aparece, tal como lo describe Correa, cuando en esa senda, la doctora Torres integra los conocimientos adquiridos en sus estudios de doctorado (en taxonomía de un hongo llamado Ganoderma, de existencia casi que ubicua) con una antigua tradición de un posible efecto terapéutico. Y esto, que no por ancestral deja de ser una hipótesis, se liga a su vez – infortunadamente – con el carácter de propietaria de una compañía en su región (“Selvacéutica”), que se dedica a elaborar productos cosméticos con base en productos vegetales locales.
De esas líneas de trabajo e iniciativas ligadas en la misma persona en Quibdó salieron – ni más, ni menos – unas pruebas informales de un producto ofrecido a pacientes con cáncer. Describe la Doctora en la nota de los informantes “hicimos unos ensayos, de hecho, de elaborar una bebida líquida funcional con Ganoderma y otros extractos de frutas del pacifico, y esta bebida pues, la tomaron algunos pacientes y tuvimos casos de positivos de resolución…de cáncer de cérvix, seno y cerebro, especialmente”.
Decir que una bióloga, una persona con maestría, doctorado y estancia postdoctoral (sin importar ni el mérito inmenso de su formación, ni su origen o representación geográfica), producto del afán por el descubrimiento, le haga concesiones al deseo (quiero pensar que filantrópico) sacrificando la ciencia – no al contrario – ya sería escandaloso. Al respecto nuestra aludida doctora dijo al periodista:
«Fue cuando yo empecé a articular el conocimiento ancestral y el científico. Puede ser que el conocimiento ancestral sea empírico y no tienen (sic) un método científico, pero sí tiene una metodología. Fue en ese momento en que me separé y, te lo decía, lo hice desde las emociones, por qué esperar 10 años si están hechos todos los estudios de toxicidad y podemos salvar a alguien con una bebida que tú puedes hacer sin ningún riesgo para la salud. Es como si hicieras un jugo de mango en tu casa, así podemos hacer lo extractos de Ganoderma. Fue muy complicado, y lo confieso, dar ese salto desde una formación muy científica para hacer esto que no está dentro de los cánones» (4).
Pero si este proceder de separación del método científico viene además de la persona que orientará los destinos de la CTI en el país sería, como lo ha sido, escandaloso. Así las cosas, creo que la nación fue puesta en serios problemas por quienes tomaron la decisión.
Las ahora numerosas manifestaciones de protesta por la designación han hecho énfasis en el divorcio de la ministra (de CTI) con las bases reconocidas del trabajo científico (¿debió ser esto protocolizado como un experimento clínico, posiblemente de fase 2a de un solo brazo?). En menor medida se han referido a la conexión de estas prácticas seudocientíficas con un enorme conflicto de interés empresarial (la ministra reconoció en una entrevista a RCN que aún tiene acciones en «Selvacéutica» (5)). Pero aún menos, siendo más importante, se ha proyectado la crítica sobre la responsabilidad política de quienes, con este nombramiento, trasladan estas arbitrariedades a nuestro aún débil sistema de CTI. No es sorpresa que los gobiernos recientes se hayan esforzado en mostrarse como incluyentes con la población afrocolombiana nombrando ministros chocoanos en los últimos años. Tampoco sorprende que el nombramiento del ministro haya salido de los integrantes de la misión de sabios. Pero, ¿qué decir, si para empezar alguien con esas cuestionables prácticas es llamado a integrar, como reconocimiento entre los científicos colombianos, la misión de sabios? ¿Y qué decir de la selección dentro de esos llamados sabios justamente de esta persona como ministra?
En principio creería que – de la misma manera que motivó sospecha en el periodista Correa – con solamente la nota de Agosto de los informantes, la doctora Torres pudo haber salido de la lista de candidatos a ministro, si es que no de la misma misión de sabios. Pero creo que aquí pudo el más el deseo de tener una foto, ojalá tomada en Quibdó y acompañada de discurso, que un escrutinio así fuera mediano de quien sería la cabeza más adecuada para empezar el ministerio. A la actitud liberal, por decir lo menos, con el método científico de la doctora, se le añade su reciprocidad al gobierno en dejarse halagar con el nombramiento, en querer justamente estar en esa foto. Como no, cuando acepta un ministerio que tendría un presupuesto tan solo 10% mayor que el del agonizante Colciencias. Hacer el juego a esta propuesta, salir al estrado a validar una situación adversa para la ciencia colombiana no le hace bien, más bien al contrario a su misma región para empezar, menos aún a la necesitada estructura de CTI del país.
Desdice pues, de la seriedad de los planes del gobierno este nombramiento. Desdice más, por si fuera poco, que cuando se revela este asunto, que cuando se torna escandaloso, cuando se producen las manifestaciones (desde las más beligerantes a la más indefinidas, pidiendo revisar ese nombramiento), cuando las declaraciones y explicaciones de la doctora revelan gran inconsecuencia y falta de argumentos, la vicepresidencia ratifica su nombramiento (6). Con este precedente, ¿Cómo confiar en que hay una decisión política de impulsar la CTI del país?
De pronto las cosas se empiezan a aclarar cuando, en su discurso, el presidente Duque dijo a los chocoanos que asistieron:
«Recorrí este departamento como candidato a la Presidencia lleno de entusiasmo y les dije a los habitantes de Quibdó que esta ciudad venía siendo golpeada por altos índices de desempleo y que necesitábamos crear un incentivo para que aquí se crearán nuevas empresas, empresas con bríos en lo tecnológico, en lo transformacional, en la Economía Naranja, en el desarrollo cultural.
Y les dije que íbamos a buscar que la ciudad de Quibdó tuviera un régimen tributario especial de tal manera que pudiera ser vista como una ciudad bajo un régimen atractivo a la inversión, y hoy como Presidente de la República quiero decirles que Quibdó quedó como una Zona Económica Social y Especial para atraer esas inversiones»
Basado en estas palabras, es más posible que la orientación del gobierno sea hacia el extremo de la innovación y el desarrollo empresarial que al polo del desarrollo científico propiamente dicho. Digamos que pareciera ser más amigo de la ciencia aplicada que de la básica. Pero con los antecedentes conocidos, es menos dable pensar que el ascenso de la inversión al 1.5% sea estatal (al menos este año ya no empezará el aumento sustancial del presupuesto del ministerio) y que lo que hay sea destinado a CTI. El gobierno podría aplicar esta narrativa a facilitar (¿con inversión extranjera?) principalmente el desarrollo de empresas, supone uno, de base tecnológica. Más podría ser esta la estrategia, que la construcción de un verdadero aparato de ciencia, una base para el futuro. Si esto fuese así, y se asienta la inversión en el fomento empresarial, dejando de lado la base científica, y si este enfoque recae especialmente sobre nuestro patrimonio en biodiversidad, cuanto más tardío el desarrollo.
Con estos precedentes, es difícil sentirse optimista con el manejo próximo del sector para el país. La experiencia de los países desarrollados señala como casi insoslayable que con una inversión sostenida en CTI desde el estado (digamos a niveles superiores al 0.8% del PIB) se genera una base para apalancar desarrollos industriales e inversión privada sostenible. En esta coyuntura algunos colegas investigadores vieron, no sin ingenuidad, que el mérito personal de una formación doctoral; de la voluntad del retorno para contribuir a la región natal; que esta voluntad encarnada en una mujer afro, fuese una señal positiva. Pero al oír esta narrativa de parte de la ministra y la del presidente; al ver el deseo de uno y otro por tener la foto de Quibdó; más aún, al ver su ratificación a contrapelo de la opinión de más de una entidad, y al revisar los planes inclinados al fomento de la generación de empresas, digamos (quisiera pensar) de verdadera base tecnológica, la comunidad científica debiera estar al menos vigilante en los primeros meses de desempeño del nuevo ministerio, para buscar que no se aplace indefinidamente superar el ya conocido rezago del país en la inversión en CTI.
Bastante tenemos con que como región aportemos solo el 4% de la producción científica mundial (7). Y con que dentro de ese pequeño universo nuestro país aporte menos del 10% de la región. Justamente esta postración hace necesaria no solo un ministerio, sino una voluntad política expresada en la selección de líderes capaces y autorizados para que lo dirijan. Una región como Chocó, el departamento más golpeado por la pobreza y otros males es el que justamente necesita respuestas y orientación seria para desarrollar su potencial. Si Dios fuera negro, como en la canción, se inclinaría más que por un color de piel y un género del nuevo ministro que fuera políticamente conveniente. Buscaría que se construyera una política de CTI seria, que recuperara el rezago de varias décadas. Seguro se decidiría por un líder autorizado, sin cuestionamientos, que nos llevara por el camino de tener más y mejor ciencia como medio para ir resolviendo con certeza y solidez los seculares problemas que nos afectan.
Referencias
1. Presidencia República de Colombia. Palabras del Presidente Iván Duque en el acto de posesión de la primera Ministra de Ciencia y Tecnología e Innovación2020 Enero 11 de 2020 cited 2020; (Enero 22 de 2020). Available from: https://id.presidencia.gov.co/Paginas/prensa/2020/Palabras-del-Presidente-Ivan-Duque-en-el-acto-de-posesion-de-la-primera-Ministra-de-Ciencia-y-Tecnologia-Innovacion-200111.aspx.
6. Fog L. “La ministra de Ciencia se queda”: Gobierno. El Espectador. 2020.
7. Noorden RV. South America by the numbers. Nature. 2014;510(7504):2.